LA NOCHE DE LOS NAHUALES ║ Benjamín M. Ramírez
DEL PARO DIGITAL, UN TICKET PARA AMLO Y QUE NOS MANDAN A LA HOGUERA (PARTE I)
El avión, procedente de Tijuana, aterriza en la ciudad de México en punto de las 23:00 horas.
La indicación es muy clara: proceder con el mayor sigilo posible a fin de que se pudiera evadir a las autoridades policiacas de la Ciudad de México y plantarnos frente al Zócalo, hacernos visibles para los medios durante la mañanera del Presidente de la República y ser escuchados en nuestras justas demandas.
Hospedaje en habitación doble para asearnos y preparar la movilización para después de la media noche. Llega la pregunta de si teníamos hambre: sí, fue una respuesta al unísono.
Muy morondo, dijo: —pues vamos.
«— ¿Conoces un lugar por aquí cerca? —me pregunta. Contesto de forma automática. —Sí. Encontraremos algo en el camino. Al menos, “Los azulejos” estará abierto —pensé. Me distraigo tratando de ubicar el lugar.
LA VALLA
Queremos entrar desde el Eje Central al Zócalo por Madero, aledaña a Bellas Artes —que se encuentra cercada— y La Torre Latinoamericana. El acceso se encuentra cerrado por una valla color verde con sus casi tres metros de altura.
Imagino el suplicio para los negocios establecidos con los efectos adversos en los giros comerciales por la pandemia y las marchas de feministas exigiendo la legalización del aborto, el vandalismo justificado de los apologistas de este movimiento de que ésa es la única manera de ser escuchados, afectando los derechos de terceros y daños a la propiedad ajena, sin considerar las pérdidas millonarias en afectaciones directas.
Ya casi es la 01:00 horas del miércoles. Nos desplazamos sobre el Eje Central tratando de encontrar algo para calmar el hambre. Todos los negocios o se encuentran amurallados o están cerrados. Sólo algunas almas perdidas, incluyendo a la delegación de Baja California, transitan por la desierta avenida. Y sin intenciones claras dimos con la plaza.
GARIBALDI.
«— Es noche del martes y madrugada del miércoles es por ello que no hay mucho movimiento. Quizá más tarde, por la quincena —dice uno de los jaladores que nos invita a pasar a uno —de los dos locales abiertos— en donde se escucha música y jolgorio propios de un establecimiento de mala muerte. Desde fuera se podía apreciar a un similar de Juan Gabriel que intentaba imitarlo.
«— Lo que se les ofrezca —Queremos comer, nada más, responde.
Tres taquitos cada uno, que saben a gloria, ya por el hambre, ya por el cansancio. Regresamos. Una ducha ligera y estirar las piernas.
El tiempo está encima y tenemos que estar en el punto de reunión, en 5 de mayo y Palmas. Somos ajenos a todo el despliegue policiaco, las vallas, los retenes, el Zócalo blindado.
LETICIA
En un intento de llegar al Zócalo e instalarnos frente al Palacio Nacional, tal como se había planeado con anticipación, fuimos asediados por las fuerzas policiacas de la Ciudad de México. Las barricadas, las vallas, los elementos apostados en cada bocacalle impedían el libre tránsito en una flagrante violación a las garantías constitucionales.
Y entonces aparece ella.
Menudita, no rebasa el metro con sesenta centímetros. Me siento un gigante a su lado, me sigue hacia cualquier lugar al que me desplazo. Intenta conversar conmigo, pedir informes sobre nuestra presencia en las inmediaciones del Zócalo. Empieza la aglomeración de otros contingentes de profesores provenientes de varios estados de la República.
«— ¡Qué no pasan! — ¡Diles que no! — ¡Que no se puede! Cierran filas, escudos en mano, se atrincheran, se acuerpan. Por más insistencias, la orden es tajante. No hay paso.
Aunque existe una cantidad mayor de varones, en el movimiento se hacen presentes algunas maestras quienes realizan intentos, por demás infructuosos, para persuadir a los policías de que los dejen llegar a su hotel.
«— ¿Qué hotel? ¿Trae su reservación?
«— Lo hemos olvidado.
«— No pueden pasar.
Intentamos en uno y otro sitio. La respuesta es la misma. Si los contingentes de profesores van en aumento, conforme se acerca el amanecer, también el de los cuerpos de choque de la policía de la Ciudad de México, a través de su cuerpo de granaderos, se incrementa de forma significativa. La tensión puede romperse en cualquier momento.
«— Queremos ayudarlos —asegura ella.
«— Tenemos un punto de reunión donde un enlace de gobierno recibirá su petición para que puedan marcharse. Les darán un ticket, asevera. Los llevaré al punto de la mesa receptora del Gobierno Federal pero sólo pueden ir 5 integrantes. No más, ratifica.
EL ASALTO —QUE NO FUE ASALTO— A LA USICAMM
Se acerca otro negociador de la policía de la Ciudad de México. En un tono muy peculiar asegura que ya le ha comunicado el mensaje a todos los que están llegando para facilitar el diálogo y desalojar los alrededores del Zócalo. Así llegamos a la USICAMM.
Entonces reparo que las calles aledañas al Zócalo están amuralladas, blindadas, impenetrables, lanzo mi primer en vivo a través de las redes sociales. Destaco que no se trata de la serie española “LA VALLA”, un mundo apocalíptico, donde todo está restringido, amurallado y vigilado.
Nos encontramos en Donceles, junto a las ruinas del Templo Mayor…
No reparo en el rostro de Leticia ni la dolencia que exhibe en su seguro caminar.
La delegación de Baja California extiende la propia y las lonas de otras representaciones sindicales frente a la oficina de la Unidad del Sistema para la Carrera de los Maestros y Maestras, USICAMM, ubicada en Donceles. No había una deliberada intención de tomarla, pero sería el detonante en las negociaciones de las horas posteriores.
La federación de sindicatos de profesores de los Colegios de Bachilleres de todo el país acepta acercarse a la mesa receptora para que le den su ticket. Acompaño a los delegados designados. La tensión se siente. Es un globo a punto de reventar o una olla de presión que ha llegado a su máximo nivel. Los policías aumentan en número, se hace más evidente la presencia de las fuerzas del orden con escudos en mano, sellan cada calle que da acceso al Zócalo.
Caminamos por varios minutos en calles de una ciudad que desconozco. Leticia camina a mi lado. Noto que en cada cruce, o al paso, todos los policías se cuadran frente a ella. Su personalidad se impone. Le llaman “La Jefa”. Algunos se acercan y le preguntan cómo se siente. Me entero que ella y sus compañeras fueron agredidas de forma brutal por el colectivo feminista en la marcha anterior. Unas presentan lesiones en rodillas, espaldas, abdomen y otras lesiones en diversas partes del cuerpo. Y ahí están —y en primera línea— para contener el orden en caso de que los ánimos de los profesores manifestantes se desborden.
Leo la tensión y la preocupación en sus ojos, cansadas por el desvelo y el trajín de ser policía y fuerza de choque.
Llegamos a 20 de noviembre y Venustiano Carranza, ahí se nos atenderá. El gobierno federal nos dará un ticket y podremos regresar a casa al haber sido atendidos por la buena voluntad y disposición del gobierno federal en turno. Al principio, frente a mis ojos, sólo está una línea de contención de granaderos, conforme pasan las horas y la tensión que va en aumento, las líneas se vuelven más numerosas, al fondo habrá un centenar de granaderos dispuestos a contener a los que intenten evadir a las primeras líneas.
La prensa hace acto de presencia, lo mismo que las videocámaras de alta resolución de los cuerpos policiacos. Empiezan a grabar a cada uno de los presentes. La entrevista obligada para dar razones de la presencia de los docentes y su intento fallido para tener acceso al Zócalo. Las demandas son muy simples: el pago del K1 a los maestros destacados y el incremento salarial correspondiente a 2020, entre otras.
¡LIBEREN USICAMM!
Acordamos no marcharnos hasta ser atendidos por una autoridad.
La orden viene desde la SEP, de un Esteban Moctezuma que se rehúsa a atender las demandas que los profesores han enviado a través de diversos medios.
«— ¡Liberen USICAMM! —Sólo así podemos dialogar.
Los eventos posteriores, las negociaciones, la intervención oportuna de los diputados Héctor Cruz y Erwin Areizaga en la Cámara de Diputados, en San Lázaro, así como la atención en el Senado, y la posterior negociación con el Subsecretario Juan Pablo Arroyo, serán motivos de otra entrega.
Queda establecido que los docentes realizarán un paro digital, desconectarán computadoras, y realizarán otras acciones más radicales para que se logre el pliego petitorio que tiene el soporte legal en su demanda y la obligación del Estado para cumplirlas.
Imagine la toma de las instalaciones de la SEP…