LA NOCHE DE LOS NAHUALES||Benjamín M. Ramírez
MARIANA, ESTADO FEMINICIDA: ¡QUE RENUNCIE RUTILIO ESCANDÓN!
Ojeras, horas sin dormir, comer a prisa y de pie, —o ver pasar las horas con el estómago vacío— estudiar y estudiar para hacer el bien, para salvar vidas. Una vida que ha sido arrebatada, los sueños borrados, el miedo en la espalda y la violencia sufrida; la indolencia e indiferencia de las autoridades, locales y federales sellaron su muerte.
Fue el Estado.
Imagino el miedo de Mariana antes de morir, el terror en sus ojos, la frustración y el dolor en el rictus de muerte. Percibo las incomodidades que le ofrecía el cuartucho que habitaba en la Clínica donde prestaba su servicio social como médico pasante, en la comunidad de Nueva Palestina del municipio de Ocosingo, Chiapas.
Comprendo la soledad y el abandono, la apatía y la desidia de quienes pudieron resguardar su integridad —física y mental—, su vida y no lo hicieron porque fueron omisos. El Estado es culpable y se deben fincar las responsabilidades correspondientes, la separación del cargo y las renuncias respectivas. Culpables como el silencio del pueblo, cuyo delito es favorecimiento por encubrimiento.
El feminicidio de Mariana no puede, no debe quedar impune. Ni una menos. Ni una más.
“Tu voz está en cada uno de nuestros gritos de lucha”. ¡Hasta hacerte justicia, Mariana!, rezan las consignas. “Hoy grito porque la libré, por suerte. Mariana, no”. “Por Mariana, por las que ya no están. Por las que sufren a diario”. Y yo preguntó: ¿Cuántas más?
Mariana tenía 24 años, una joven médico por la Universidad Autónoma de Chiapas, UNACH; adscrita a la Secretaría Estatal de Salud por su servicio social, en el gobierno de Rutilio Escandón. Quería ser patóloga, pero sus sueños fueron interrumpidos al momento en que le arrebataron la vida.
En noviembre pasado, según algunos informes, Mariana había denunciado acoso y violación sexual, no dijo quien, probablemente un compañero de trabajo o varones de la comunidad. Dio parte de los hechos a las autoridades de la Secretaría de Salud, SSA, y a la Fiscalía Estatal de Justicia, FEJ.
Y fueron cómplices por omisión, y de encubrimiento por favorecimiento. Quizá el depredador sea alguien con mucho peso en el estado de Chiapas o en el gobierno de Rutilio Escandón.
En las comunidades rurales todo se sabe, nada se mantiene oculto. El hecho de que no quieran hablar o aportar información es porque tienen miedo, el mismo miedo que obligó a Mariana a dar parte de las agresiones de las que fue objeto a las autoridades correspondientes, incluso a su Alma Mater, la UNACH, que tampoco tomó las prevenciones para garantizar la integridad de la pasante de medicina.
Las autoridades de salud violaron el protocolo para atender la violencia de género que sufrió Mariana y que al final terminó con su vida. Una pérdida lamentable, tantos conocimientos, tanto esfuerzo, tanto afán, sacrificios e ilusiones se esfumaron con su muerte.
Después de dar a conocer a las autoridades correspondientes sobre la situación de vulnerabilidad, acoso, violencia y violación sufrida, nadie tomó las medidas precautorias, con la finalidad de prevenir lo que finalmente ocurrió, la muerte de la víctima. Sólo le ofrecieron “que se tomara unos días de descanso para que se le olvidara, sin goce de sueldo, y que no le liberarían el servicio social si no regresaba a la clínica de adscripción, en donde se encontró con la muerte.
A Mariana la violentaron sexualmente, su agresor le quitó la vida, pero fue el Estado el que finalmente la liquidó, quien acabó con ella.
Si las autoridades estatales de Chiapas, con Rutilio Escandón en la cabeza tienen miedo de entrar con la fuerza de la ley a la comunidad de Nueva Palestina, por ser presuntamente territorio zapatista es hora de que renuncien. La impunidad no puede estar por encima de la ley.
Si el agresor fue un compañero de trabajo o que la comunidad también sea cómplice con su silencio, al decir que no conocían a Mariana, cuando muchos de ellos fueron atendidos por la médico pasante, o que encubran al perpetrador de los delitos cometidos en la joven humanidad de la médico, es hora de que la Fiscalía General de la República atraiga la investigación criminal.
El joven espíritu de una persona que sólo quería hacer el bien y garantizar la salud, a través de los conocimientos adquiridos en la difícil profesión y labor de médico, fue aplastado, con la complicidad de quienes pudieron hacer algo y no lo hicieron.
Duele pensar que ni las autoridades universitarias de la UNACH, ni las autoridades de salud o de la Fiscalía Estatal de Justicia de Chiapas, en suma, el gobierno en pleno, no quisieron salvaguardar la vida, como un derecho humano fundamental e inalienable de Mariana, y de cualquier otro profesional que sólo quieren hacer el bien.
Nada ni nadie compensa las horas en el necrocomio, las horas en el laboratorio, histología, patología, anatomía o fisiología. Horas interminables de estudio en noches que se volvieron días y días que se transformaron en noches, momentos que se prolongaron en el estrés constante por las exigencias propias de la profesión, días de duda y decepción y las ganas de renunciar a lo que tanto le apasionaba, incluyendo el maltrato y la incomprensión del cuerpo docente. “Idiota” es una de las palabras más amables con los que algunos docentes se refieren a los neófitos.
El año de internado: en los que podría pasar guardias de hasta 36 horas sin descanso, corridas, bajo la incomprensión del jefe inmediato, haciendo las veces de secretario, camillero, enfermero, y las horas con el estómago vacío, sin poder quejarse so pena de recibir una guardia más —36 horas extras— como castigo.
Y el servicio social: sin paga, lejos de su familia, como mano de obra gratuita al servicio del Estado, de las comunidades y sus necesidades, veinticuatro horas, los 365 días del año. Sin un lugar digno donde descansar y poder estar segura.
¿En qué otras profesiones se juegan la vida para recibir un título profesional? Mariana sólo quería hacer el bien y perdió la vida.
Hasta que llegue la justicia y termine la pasividad de las autoridades, seguiré levantando la voz.
Por lo pronto me solidarizo con el paro nacional que pretenden realizar los médicos, médicos pasantes e internos de pregrado para que el Estado les garantice la integridad física y emocional. También las comunidades deben proteger y cuidar a sus médicos pasantes.
La muerte de Mariana fue un feminicidio de Estado porque la dejaron sola.