Transiciones || Por Víctor Alejandro Espinoza

Se abrirán las amplias alamedas…

Por Víctor Alejandro Espinoza

Este domingo 19 de diciembre los chilenos acudieron al llamado de las urnas y en segunda vuelta han decidido elegir al que será el presidente más joven de la historia: Gabriel Boric Font. Se impuso al candidato del Partido Republicano, al ultraconservador, pinochestista, José Antonio Kast.

Boric representa a los nuevos liderazgos de izquierda en América Latina. Chile viene a sumarse a otros países agrupados bajo proyectos de izquierda: México, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Perú, Bolivia, Honduras y Argentina. A estos países podrían unirse el año que viene en virtud de que tendrán elecciones presidenciales: Brasil, Colombia y Costa Rica. Es la mayor ola de gobiernos de izquierda en la historia reciente de América Latina.

Evidentemente entre estos países hay diferencias notables, sobre todo en el terreno de la democracia procedimental. Pero la clasificación general sigue siendo válida. Chile eligió a Boric en medio de una gran polarización política. Al igual que en México, producto de la radicalización de las derechas agrupadas en torno a la candidatura de Kast. Se trataba de sólo dos opciones: retomar un proyecto que quedó trunco en septiembre de 1973 o continuar por el camino iniciado por el general Augusto Pinochet, justamente como producto del golpe de Estado y el asesinato del presidente Salvador Allende.

Ese terrible acontecimiento nos marcó a todos los latinoamericanos. Tuvo su lado positivo para los países receptores del exilio chileno. A México llegaron grandes académicos y políticos. Nunca olvidaré al gran Agustín Pío García, mi profesor en el posgrado de Ciencia Política de la UNAM. Pero además, a México llegaron exiliados huyendo de las atroces dictaduras militares. Es una herida que quedó abierta por décadas y a lo que varias generaciones resistimos y que por eso celebramos con emoción el triunfo de Boric y de la izquierda chilena.

Fue en Chile cuando las políticas neoliberales se impulsaron con fuerza a partir del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Las teorías de Milton Friedman y la escuela de Chicago tuvieron en Chile su laboratorio para convertirse después en el pensamiento hegemónico. Entre 1973 y el fin del mandato pinochetista en 1990 transcurrieron 17 años de una dictadura brutal combinada con una idea del estado mínimo y donde el mercado regularía la actividad económica y los empresarios al enriquecerse distribuirían los beneficios hacia abajo, hacia los trabajadores y a los pobres.

En México estas políticas se instrumentaron a partir del gobierno de Miguel de la Madrid en 1982. Lo que pasó en nuestro país, sucedió en otros en los que se impulsó el modelo neoliberal: fuerte concentración de la riqueza en una minoría y una mayoría de pobres. En Chile, con los gobiernos de Michel Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), que llegó al poder postulada por el Partido Socialista, hubo un intento serio de impulsar un proyecto socialdemócrata.

La llegada de Boric a la presidencia de Chile no significa que se rectificará el rumbo de inmediato, ni que por arte de magia se resolverán los problemas. El espejo son las otras experiencias, incluyendo a la mexicana. La derecha va a utilizar todos sus recursos para hacer fracasar la agenda del nuevo presidente. Igual que en nuestros países; son demasiados intereses como para pensar que la oposición de derecha se conformará.

En su primer discurso público Boric hizo una precisión con la que coincido: “Vamos a luchar por una democracia sustantiva que no se quede en la procedimental. Vamos a hacer un gobierno con la gente”. Por todo el pasado, por el presente y el futuro deseo les vaya bien a nuestros hermanos chilenos. Viva Gabriel Boric, viva Salvador Allende, viva Chile.

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