Transiciones || Privilegios y privilegiados que desvanecen

Privilegios y privilegiados que desvanecen

Por Ricardo V. Santes Álvarez

Estaban acostumbrados a mandar. Siempre lo hicieron. Nacieron sabiéndose destinados a ocupar posiciones cupulares, sea en su empresa, en su asociación civil, hasta en su cargo público (sí, hasta eso era suyo). Con sus acciones sellaban el destino de los demás. Al pueblo le decían qué comer lo mismo que dónde y cómo vivir, estudiar y divertirse; porque ellos han sido propietarios de supermercados, tiendas de conveniencia, fraccionamientos y constructoras de viviendas, centros educativos “públicos” (que cuando se saturan obligan a los interesados a inscribirse en los privados… que también son suyos), salas de cine, estadios de futbol, canales de radio y televisión y demás opciones de entretenimiento. Más, como dueños de empresas habían tenido la atribución de decidir cuánto debía ganar un trabajador… para no desestabilizar la economía del país, claro. ¡Ah qué tiempos aquellos, cuando se asumían como los dueños de todo y determinaban el porvenir de todos!

Para infortunio de esa élite de poderosos y privilegiados que hoy se resiste al cambio, con el presidente Andrés Manuel López Obrador el escenario es distinto: ahora, los sectores más desfavorecidos, los eternos olvidados, van por delante. Quizás por ello sienten que el gobierno los insulta, que no les muestra el mínimo respeto; por el contrario, ¡hasta les obliga a pagar impuestos! No sólo eso, poco a poco les ha tirado negocios que significaban pingües ganancias (huachicol, venta de medicamentos, trasiego de armas y sustancias químicas por aduanas y puertos, moches en contratos de obras). En el colmo del desafío, cortó canonjías a comunicadores orgánicos. La Cuarta Transformación (4T) ha desbaratado esas “cositas” a las que estaban tan apegados.

Como respuesta, esos indignados han pretendido reinventarse de mil maneras, al margen de sus diferentes ideologías (¿tienen alguna?) con el único objetivo de descarrilar la 4T y retomar el poder económico/político. Aunque hasta hoy, nada les ha funcionado. Su soberbia les obnubila el pensamiento y hace creer que con dinero pueden seguir controlando al ciudadano de a pie, quien es tan estúpido que con dos o tres sobadas de lomo volverá al corral; su afán es convencerlo que lo mejor es recuperar esos bellos y románticos tiempos donde la corrupción y la impunidad eran la felicidad… su felicidad. En su óptica “López” sigue siendo un peligro para México… bueno ¡es que ellos son México, qué caray!

La ceguera de los privilegiados no les permite ver que, sin endeudar al país como era usual, en cuatro años de gobierno el presidente López Obrador ha logrado finiquitar/avanzar obras trascendentales como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Tren Maya, el Aeropuerto de Tulum, el Corredor Interoceánico, el tren interurbano México-Toluca y la Refinería de Dos Bocas. Asimismo, en el período se procedió a la construcción y rehabilitación de hospitales, a la construcción de carreteras y caminos rurales, y a la reconfiguración de la antigua prisión de las Islas Marías para volverla centro cultural y de enseñanza de la biodiversidad marina e insular. Y cómo olvidar la Refinería Deer Park, en Houston, Texas, cuyas utilidades generadas durante el primer semestre de 2022 permitieron recuperar la inversión realizada. Y no deja de mencionarse la institucionalización de programas de pensiones para adultos mayores, personas con capacidades diferentes, y becas escolares. Con finanzas sanas, combatiendo la corrupción, el actual gobierno ha vuelto a México un país atractivo para la inversión extranjera.

Nada de lo anterior reconocen los privilegiados, pero su rabia es tal que les impide acordar en el terreno político, construir un proyecto alternativo y tener un candidato mínimamente decente. En 2023, Coahuila y Estado de México son su última llamada: repuntan o desvanecen.

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