VOTO CRIMINAL, LA TRAICIÓN VINO DE SOTAVENTO|| LA NOCHE DE LOS NAHUALES

Con la aprobación de 17 legislaturas estatales, pasará a la promulgación y publicación en el Diario Oficial de la Federación, DOF, y su posterior entrada en vigor.

La reforma judicial propuesta por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, fue aprobada en las primeras horas de este miércoles 11 de septiembre. La iniciativa de reforma fue avalada por mayoría calificada en lo general y en lo particular y turnada a los congresos locales para su discusión y, en su caso, aprobación. Con la aprobación de 17 legislaturas estatales, pasará a la promulgación y publicación en el Diario Oficial de la Federación, DOF, y su posterior entrada en vigor.

 

Lo anterior ha desatado la furia de la oposición, de los integrantes del poder judicial de la federación y de algunos sectores de la sociedad civil quienes defienden a ultranza los privilegios de los que han llamado el cártel de la toga y el birrete, a los integrantes del poder judicial, que, según la ordenanza en conformidad con los estatutos republicanos, es un poder independiente y soberano.

 

Lo que sí es cierto es que la reforma judicial, tan necesaria en un país donde impera la injusticia, la arbitrariedad, el abuso, la inequidad, la imparcialidad y la ilegalidad, será aprobada por un porcentaje mayor a lo exigido por la ley para reformar la Constitución que exige la aprobación de 17 congresos locales, es decir, la mitad más 1. Hasta hoy, solo el estado de Querétaro ha rechazado la propuesta de ley. Sin embargo, en las legislaturas de los estados la mayoría oficialista es contundente. La aprobación por parte de los congresos locales es más que inminente. Un regalo anticipado para el presidente.

 

Seamos serios. La justicia en México es una quimera. Tan solo para ver el expediente hay que llegar con un billete. Un cañonazo de algunos miles para cuestiones triviales puede agilizar el proceso, y varios cientos de miles pueden ser aplicados para temas cruciales y de gran envergadura. Lo cierto es que han sido los grandes dispendios en materia legal lo que marca el derrotero, el destino, de quienes tienen la desgracia de toparse con la justicia que ni es ciega ni justa. Inocente o culpable, la diferencia en el veredicto lo puede marcar el signo de peso. El dictamen es más contundente si la moneda es verde.

 

En nuestro país, el pobre siempre será culpable porque no cuenta con solvencia económica, con el dinero que corrompe. Así lo demuestran los sobrepoblados centros de readaptación social, internos que llevan años recluidos sin recibir sentencias, mientras que las carpetas de investigación se aglutinan sin parar en la oficina del juzgador donde los empleados del poder judicial son obligados a marcar su salida, y a continuar con el trabajo sin la compensación de las horas extras, hasta después de las 8 de la noche, acción que a todas luces viola la jornada máxima de 8 horas.

 

Hace falta la reforma para apuntalar una justicia que ha sido negada al marginado, para el que no representa una ganancia pecuniaria para los que tienen la ley en sus manos. Una justicia que sea aplicada y que pueda resarcir los daños en una sociedad injuriada por el oprobio y la maldad. Una justicia que es necesaria y urgente para que persiga y que castigue, pero que también sea preventiva. Una justicia que haga prevalecer la reinserción social como el camino para integrar a quienes han violentado a la sociedad. Una justicia que haga preponderar la compasión antes que la reparación, la bondad antes que el laudo. Una justicia que permita la convivencia y que, al mismo tiempo, sea una advertencia: si cometes un delito todo el peso del Estado irá contra ti. Una justicia que permita cerrar los reclusorios y construir hospitales, escuelas y centros de recreación. Una justicia que tenga como propósito la búsqueda de la equidad, de la inclusión y la verdad. Una justicia que privilegie la vida, antes que la muerte, en esta sociedad oprimida y reprimida por la maldad. Una justicia que mantenga a los delincuentes bajo el peso de la ley y libere a las familias que se encuentran tras las rejas, familias en prisión domiciliaria. En suma, una justicia que haga prevalecer el Estado de derecho y el derecho de todos a vivir en paz. Una justicia que construya, aunque sea dando sus primeros pasos.

 

Si todo lo anterior no es posible, la justicia seguirá siendo simulación, engaño, corrupción y muerte. Quizá el presidente de la República ya tiene una nueva arenga para la noche del grito: ¡Viva la Reforma Judicial!

 

Quiero someter a su consideración el siguiente pasaje encontrado en el libro del profeta Daniel (Daniel 13, 53): Tú dictabas sentencias injustas, condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, cuando el Señor ha dicho: «No harás morir al inocente justo». Que sea un reclamo para quienes han tenido la justicia en sus manos, para los que se han dejado corromper por la fuerza del dinero, por favores y dádivas. No dudo de que haya impartidores de justicia íntegros, imparciales, incorruptibles. Serán los menos, pero los hay. Que prevalezca en el camino de la reforma el ánimo, el diálogo, la paz y la reconciliación.

 

En otras ideas, mucha tinta se ha derramado sobre el voto de Yunes, Yunes Linares o Yunes Márquez, padre e hijo respectivamente, los dos bajo el nombre de Miguel Ángel, senador propietario y senador suplente respectivamente, los dos emanados de Acción Nacional, cualquiera de los dos da igual: el apellido Yunes ya se asocia a la traición, a la alianza clandestina, al acuerdo soterrado, que despide un tufo putrefacto, que hiede a complicidad.

 

Lo cierto es que la balanza, en la decisión crucial de la reforma judicial, ha sido inclinada por quien ha sido señalado o perseguido por la justicia, con expedientes abiertos que salen a colación cuando hace falta. Así opera el poder, así ha operado desde los inicios del viejo régimen, así seguirá operando cuando haga falta.

 

Con los acuerdos, de licencia para protestar como senador, para luego ceder el escaño a su heredero, Yunes demuestra que sigue siendo un poderoso operador político, que puede convenir pactos con Dios o con el diablo. Viejo lobo de mar, el libanés ha demostrado que sigue vivo, vigente y vigoroso. Yunes votó contra un sistema de justicia que lo persigue para favorecer a una justicia que lo arropa y senadores que le aplauden.

 

Quizá entre las promesas de Adán Augusto esté la gubernatura de Veracruz para cualquiera de los cachorros del clan. Los Yunes se lo merecen, se han sacrificado por amor a una patria que no es suya, por una bandera que no respetan ni saludan, por una tierra que no les pertenece. Ni Cuitláhuac ni el rocío de la mañana pudieron levantar la voz. Veracruz es herencia y moneda de cambio y ya ha sido entregado y puesto en manos del clan.

 

La traición vino de Sotavento, en la seguridad de que los vientos de la transformación no los llevará a juicio, no los perseguirá. Estarán cobijados por el fuero, por el poder que corrompe y premia. Hacía falta un voto y éste llegó de Veracruz. La traición huele a cloaca, a albañal, a lo viejo, a podrido. Y los jarochos no tendrán perdón.

 

Ya se oye el son: Yunes un traidor. Traicionaron al PRI y al PAN, y lo que es peor, traicionaron a los veracruzanos. Así reza el son: “Escuchen lo que les digo y lo digo de antemano // los versos no se me van y no hago mentadas en vano // aparte de traicionar al PRI y al PAN, también traicionaron a los veracruzanos” […] Q

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