Transiciones|| Víctor Alejandro Espinoza

Somos historia, somos memoria

El pasado fin de semana un amplio grupo de ciudadanos nos convocaron a reflexionar sobre la historia y el legado del Movimiento Universitario que tuvo lugar en Baja California en los años 1980-1981. Posteriormente, mis amigos periodistas del programa 4 Vientos me invitaron a proseguir con las reflexiones, sobre todo en el plano de las implicaciones actuales y lo que debería seguir para la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).

Sin duda la iniciativa marca un parteaguas en el estudio y análisis de los significados del movimiento universitario. Para no incurrir en omisiones, no enumero los nombres de todos los impulsores y organizadores de esta iniciativa tan trascendental. A todos(as) mi reconocimiento y gratitud. Se trata de un movimiento social que puso en jaque al viejo sistema político autoritario de la entidad.

Como sabemos, en 1977 fue designado como gobernador de Baja California (BC) Roberto “Bob” de la Madrid Romandía, después de la sospechosa muerte en campaña del candidato priista, Hermenegildo Cuenca Díaz. José López Portillo nombró a su gran amigo “Bob” de la Madrid como el candidato sustituto. De la mano de esa dupla, arribó al poder uno de los gobiernos más autoritarios y represivos de BC para quien toda reivindicación laboral era de inspiración “comunista” y por ello había que exterminarla. En el caso de la UABC, contó con el rector, Rubén Castro Bojórquez. En junio de 1980 se promulgó la “Ley López Portillo” que negaba la posibilidad de un sindicato único nacional de trabajadores universitarios, pero a cambio otorgaría contratos colectivos gremiales a los sindicatos mayoritarios en las universidades, mediante el mecanismo del recuento.

Lo primero que hizo el rector fue violar la nueva ley al otorgar los contratos colectivos a los sindicatos “blancos” de académicos y del resto de trabajadores sin mediar la consulta. La huelga fue obligada, sin preparación previa. Quizá el error de los sindicatos democráticos (Sindicato de Trabajadores al Servicio de la UABC y Sindicato de Trabajadores Académicos de la UABC) fue creer que se respetaría la ley. Las guardias tuvieron que transcurrir durante la navidad de 1980 y el año nuevo. El 7 de enero de 1981 las autoridades decidieron romper la huelga utilizando a porros armados y drogados. Trajeron además refuerzos de Sonora y Guadalajara: Micos y Tecos. Esa mañana destruyeron lo que encontraban a su paso.

Una vez tomadas las instalaciones, y de haber amenazado a estudiantes y trabajadores, “aceptaron” la demanda de la huelga: llevar a cabo el recuento. En esas condiciones los sindicatos blancos “ganaron la consulta”. Lo que siguió fue la expulsión de la mayoría de los académicos de la universidad, muchos de los cuales se tuvieron que exiliar de la entidad. Con la destrucción del sindicalismo democrático, el autoritarismo y la represión se posesionaron de la universidad. Inició una larga noche para el pensamiento y la reflexión intelectual. La UABC se convirtió en una formadora de oficios para empleos precarios.

El impacto para la vida económica, social y cultural de la entidad fue devastador. No es simple coincidencia que posteriormente se hayan entronizado gobiernos panistas por treinta años consecutivos. Además, la UABC ha padecido cacicazgos que controlan su Junta de Gobierno. Un órgano de 11 personajes que deciden no sólo la sucesión de rector sino de todas las direcciones de facultades e institutos universitarios.

El diseño institucional actual no permite un cambio normativo trascendente para la UABC. Es urgente la revisión de su anacrónica Ley Orgánica que data de febrero de 1957 y que impide la transformación de la institución a pesar de los cambios experimentados a nivel social y político en las últimas décadas. La parálisis de la comunidad universitaria puede ser contrarrestada por una acción decidida del Congreso local. De ninguna manera sería una violación a la “autonomía de la UABC” como claman los defensores del inmovilismo. Urge un nuevo modelo universitario que convierta a la institución en un actor y factor de desarrollo. No puede seguir enviando al mercado laboral a trabajadores mal pagados e incapaces de insertarse en un mundo moderno, deliberativo y democrático. Por eso fueron importantes los eventos en los que participamos recientemente. La memoria viva permite comprender el sentido de la historia pasada y futura. Aparte de edificios bonitos, se requiere que la institución retome la formación de ciudadanos pensantes y creativos. La UABC tiene esa gran deuda social.

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