Leer entre líneas || Por Francisco Ruiz

¡Duro, duro, Luis Donaldo!

 

Martes 23 de marzo de 2021. Fue durante la transmisión en vivo de los noticieros, la tarde-noche del miércoles 23 de marzo de 1994, cuando tuve mi primer encuentro con la vida política. En mi niñez, fui testigo del temor que se experimentó en las calles de Tijuana y del país entero. El impacto fue mundial, habían asesinado a quien muy probablemente sería presidente de México entre 1994 y 2000, y lo habían hecho en la frontera con Estados Unidos.

 

Como entonaba el corrido compuesto por el cantante duranguense Lorenzo de Monteclaro: “Para orgullo de Sonora, (Luis Donaldo Colosio) en Magdalena nació”, el 10 de febrero de 1950 en el estado norteño de Sonora. En tierra de misioneros y última morada del padre Eusebio Kino, el evangelizador italiano que fundó más de una docena de misiones en Sonora y Arizona, a inicios del siglo XVIII.

 

Luis Donaldo fue hijo de Armida Ofelia Murrieta y Luis Colosio Fernández, y aunque en México, la tradición de la época indicaba que el primogénito debía llamarse idéntico a su padre, don Luis decidió añadirle el nombre de “Donaldo”, en reconocimiento y gratitud a su exjefe estadounidense Donald McQuaid.

 

Luis Donaldo se tituló como economista por el Tecnológico de Monterrey, estudió una Maestría en Desarrollo Rural y Economía Urbana en la Universidad de Pensilvania y realizó un postgrado en Austria. Contrajo nupcias con Diana Laura Riojas, con quien tuvo dos hijos: Luis Donaldo y Mariana.

 

Comenzó su carrera política como militante del PRI en 1979, luego, como cantara el propio Monteclaro: “Primero fue diputado, después llegó a senador. Del PRI fue su dirigente, también de la SEDESOL”.

 

Existieron fuertes vínculos entre Colosio y Baja California, como él mismo dijera en su última aparición pública: “En repetidas ocasiones hemos dialogado. Primero cuando fui dirigente nacional de nuestro partido. Después, como secretario de Desarrollo Social. Y ahora vengo a Tijuana, a Baja California, con mucho orgullo como su candidato a la Presidencia de la República”. Aquí, en 1989, le tocó aceptar la transición partidista en la gubernatura bajacaliforniana.

 

Muchos son los testigos y demasiadas las versiones que existen sobre ese fatídico día. Algunas veraces, otras sumamente aderezadas por los mitos del colectivo. No conocí a Luis Donaldo, pero le estoy tremendamente agradecido porque, derivado del enigma que encierra su nombre, surgió en mi la inquietud de forjarme como político. Aunque fue de mis padres y abuelos, de quienes aprendí la importancia de ser sensible y solidario para servir al prójimo.

 

Aquella tarde del 23 de marzo, antes de que dos disparos le arrancaran la vida a las 17:12 horas, Donaldo dejó en claro cuáles serían las líneas de lo que hubiera sido su sexenio: “Un gobierno responsable es aquél que sirve a todos sin distingo de partidos políticos. Un gobierno responsable es el que está cerca de la gente. Un gobierno responsable es el que escucha y atiende el reclamo popular”. Por eso, hace ya 27 años, más de cuatro mil personas coreaban al unísono: “¡Duro, duro, Luis Donaldo! ¡Por un México mejor!”.

 

 

 

Por primera vez, en 27 años, Othón Cortez no estará presente en Lomas Taurinas. ¡Un abrazo hasta donde te encuentres, amigo!

 

Post Scriptum. “Sólo es posible la libertad si ésta se sustenta en la justicia social”, Jesús Reyes Heroles (1921-1985).

 

* El autor es maestro, escritor y consultor político.

 

 

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