Las mujeres del presidente o educar para vivir sin miedo: Hoy nadie se mueve || La noche de los Nahuales

Por Benjamín M. Ramírez

Ausentes, mancilladas, calladas y víctimas de la violencia, así viven las mujeres del presidente. 

 

El mayor porcentaje de las muertes en contra de las mujeres ha sido perpetrado por una persona cercana, normalmente la pareja, un vecino, un amigo o un conocido de la víctima. 

 

Frente a esta situación, el de tener un “enemigo íntimo”, no existe remedio casero o legal que pudiera atajarlo, sólo la prevención, y esto puede lograrse en la casa, en la escuela y en las instituciones históricas depositarias de la moral y los valores. 

 

Y en la mayoría de los delitos sexuales el porcentaje coincide; y quienes lo perpetran, también. Siempre alguien cercano, conocido.

 

Los hechos de violencia en contra de la mujer son perpetrados con premeditación, alevosía y ventaja. El depredador siempre está al acecho. En muy pocos escenarios, los casos son fortuitos. 

 

Normalmente el victimario conoce y estudia a su víctima, su rutina, sus desplazamientos, su modus operandi. ¿Qué queda por hacer ante estas situaciones de riesgo?: la prevención y la detección de situaciones de peligros. Estar alerta, vigilante, a la defensiva. Normalmente el depredador siempre va por la presa más débil. 

 

A todas les puede suceder: a la anciana indígena de 73 años, como a Ernestina Ascencio, víctima de violación, y 13 años de impunidad. Fátima, 7 años. Entre ayer y hoy, se reportan mujeres asesinadas: en Veracruz y Guanajuato.  La violencia no para. Siempre, perpetrado por alguien cercano o conocido.

 

¿Todo es responsabilidad de Andrés Manuel López Obrador? Tampoco exculpo al Presidente. 

 

¿Y los otros niveles de gobierno? ¿Estatales y municipales? Entonces surgen estas interrogantes:

 

1.- ¿Y las policías preventivas? 

2.- ¿Qué iniciativas nuevas deberían proponer los colectivos de mujeres para frenar la ola de violencia? 3.- ¿Violencia contra la violencia?

4.- ¿Destruir la infraestructura urbana? 

5.- ¿Lanzar bombas molotov?

6.- ¿Lesionar a otras mujeres? ¿Injuriar a las que se posicionan frente a los templos?

7.- ¿Incendiar Palacio Nacional? 

8.- ¿Destruir un vehículo de servicio de emergencia?

9.- ¿Se legitima la lucha de las feministas en la Ciudad de México con sus desmanes?

10.- ¿Vejar a los varones que se suman a la marcha? 

11.- ¿Los enemigos somos todos?

12.- ¿Se deben endurecer las penas y los castigos? 

13.- ¿Y el papel de los jueces y el de los fiscales del fuero común?

El enemigo está cerca. Y quizá te lleva de la mano…

 

Si el problema de la violencia de género es perpetrado en la mayoría de los casos por alguien cercano entonces todas las iniciativas deberían conculcar las viejas y anquilosadas costumbres de conducirse como macho frente a las mujeres. 

 

Si las damas tienen miedo entonces debemos actuar como auténticos caballeros. Cada uno de los varones debemos ser un oasis, un refugio para toda aquella que se sienta desamparada. Volver a los principios de honor y rectitud, de nobleza y lealtad, de honradez y probidad. Que cada mujer vea en el varón, refugio, cobijo y sosiego, no amenaza y muerte. 

 

Para ello debemos transformar y cambiar el lenguaje, cambiar la manera de pensar y la idiosincrasia perenne en el espíritu del macho mexicano frente a la hembra que supone la presa de cualquier depredador. 

 

Debemos rechazar todo aquello que atente en contra de la dignidad de las mujeres: los contenidos televisivos, la apología del delito, la pérdida de los valores, la música de machos alfas frente a las mujeres que traicionan, a la letra que ensalza al macho y destruye, al ritmo de sonidos estridentes, la dignidad femenina.

 

El aparato judicial también debe cambiar. Deben existir protocolos de seguimiento y de prevención ante las señales de violencia. Deben exigirse estudios estadísticos de comportamientos y patrones de conductas que terminan con la muerte de la pareja, normalmente mujer, teniendo a la mano las miles de denuncias por violencia familiar, violación y homicidio: escudriñar en la naturaleza humana las pautas de conducta que desencadenan tragedias lamentables. 

 

Prevenir, proteger y castigar: ¿Será mucho pedir?

 

El Estado Mexicano debe garantizar que cualquier hecho delictivo no volverá a ocurrir.

 

El depredador, el perpetrador, debe saber por sí o por otros, del rigor de la ley. Se ha comprobado que el aumento de las penas no inhibe el índice delictivo, en tanto los aparatos judiciales no cambien radicalmente la forma en que imparten la justicia. No serán las penas más severas sino lo contundente de la aplicación de la ley lo que devolverá la paz y la seguridad tan ansiadas y reclamadas por todos.

 

Las mujeres no deben abrigar miedo,  sentirse solas, abandonadas por un Estado indolente a su desgracia. Es hora de conformar una cruzada de caballeros, adalides de la tranquilidad y la seguridad de quien la exige y necesita.

 

Rescato algunos versos creados por dos de mis alumnas muy ad hoc para el problema que nos atañe:

[1] México despierta

En mis oídos retumban los gritos ¡Pobres mujeres!

Asesinadas y abandonadas por misóginos seres.

Escucho el llanto de la pobre madre despechada.

Quiere a su hija de vuelta, pobre alma lastimada.

[2] Aún no me voy

Mis lágrimas se convertirán en la fuerza

de todas aquellas que sin cesar han peleado

al enemigo aún no han derrotado.

 

Hoy ruego por protección.

Por esas flores que se quedaron sin resplandor:

que las guarde, mi Señor, en el centro del sol.

 

Nuestra alegría transita hacia el miedo y el dolor.

 

Hoy las mujeres se resguardarán, encerradas, porque tienen miedo, pero quienes deberían tener miedo y estar encerrados son los que provocan daño. 

 

Mujer, a tu lado debe estar un aliado no tu verdugo o victimario.

 

Muchas mujeres no tuvieron opción: ¡Aquí se trabaja, cariño!

 

¿Pesará más la subida del dólar y la caída del petróleo o el movimiento de “El nueve nadie se mueve”?

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