AMLOPROA, la degradación de la figura presidencial o los “duchos” en las clases virtuales.

La noche de los Nahuales

Por Benjamín M. Ramírez

Mientras redacto estas líneas el pensamiento discurre a través de todas las regiones rurales en las que tuve el privilegio de trabajar: zonas muy pobres, con personas humildes de un gran corazón que se expande en cordialidad y desprendimiento al otorgar lo poco que tienen con bondad y sin esperar nada a cambio. Sólo porque sí. Porque la presencia del extraño representa que, al menos, —para alguien— ellos son importantes.

 

Con todas estas imágenes en la memoria surge el discurso del titular de la SEP, en su anuncio para antes de vacaciones en los que exhorta, —palabras más, palabras menos—,  después de dos semanas de “aprende en casa”, que a partir del 20 de abril, se retoman las clases, “pero en línea y en televisión”, educación a distancia, qué según el Secretario de Educación, —Esteban Moctezuma— […] “sea un éxito”, “que el ciclo escolar se va a cumplir, asegurando los aprendizajes esperados, contenidos de planes y programas, aplicando las adecuaciones correspondientes, al calendario escolar[…]”.

 

Y todo lo anterior porque los mexicanos y las mexicanas “somos muy duchos”, que según la Real Academia de la Lengua Española, RAE, significa, diestro y experimentado, avezado, versado, entendido.

 

Y sí, somos duchos. Porque como docente he aprendido en el camino, exigiéndome buscar las herramientas y medios que me permitan estar en comunicación con mis alumnos y mis compañeros maestros. Preguntando, ensayando, equivocando, asimilando…

 

También los alumnos aprenden, en una nueva modalidad a la que no están acostumbrados, a perder el miedo de verse a sí mismos —al igual que el docente—  empleando herramientas interactivas que no son de suyo desconocidas, ya por sus videos “en directo” a través de sus redes sociales, ya por las presunciones de “influencer” que los sacará de pobres algún día, empleando Tik Tok.

 

Dos semanas más y clases en línea, con conectividad ilimitada, con computadora, cámara y micrófono activados, “cómo si fuera una clase real”, los cincuenta minutos de clase, todas en el horario escolar, pero el señor Secretario de Educación ha olvidado hacer la tarea y presentar el primer principio de la planeación académica: la evaluación diagnóstica, que normalmente sirve para reconocer el terreno en el que te mueves, las condiciones del grupo y sus limitaciones o potencialidades, dicho en palabras de Sun Tzu:

 

“Hay que valorarla en términos de cinco factores fundamentales, […].

 

El primero de estos factores es la doctrina; el segundo, el tiempo; el tercero, el terreno; el cuarto, el mando; y el quinto, la disciplina.

 

Con una evaluación cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, no puede. Muchas menos oportunidades de victoria tendrá aquel que no realiza cálculos en absoluto.

 

Y supongo que el Señor Secretario se dirige a los padres de familia; a los alumnos y maestros de la clase media que asisten a escuelas ubicadas en zonas urbanas, que cuentan con teléfonos inteligentes y computadoras u ordenadores personales de última generación, con servicio de internet de banda ancha y que pueden reunirse alrededor de la mesa para preguntarle “al más viejo de tu casa¿Cómo era el México cuando él era niño?

 

Y respondo: igual que hoy.

 

Los niños en las zonas rurales e indígenas no cuentan con el tiempo de disfrutar la reunión familiar y estar congregados alrededor de la mesa porque poseen un campo de cultivo que debe producir; artesanías, tejidos, bordados y manualidades que ofrecer, para poder subsistir dentro de la miseria inmovilizada en los corazones de los pobres que, incluso, ni siquiera cuentan con energía eléctrica.

 

Y refiero la imagen que se agolpa en mi memoria: una choza con paredes de varas, de un solo cuarto; la cama hecha con cañas; un fogón, sin mesa ni sillas; una caja de cartón a manera de “closet” que aglutina la escasa vestimenta de la que pueden hacer alarde, agrupada en una serie de atuendos desgastados y roídos. 

 

Incluso mis estudiantes universitarios me exigen comprensión: “somos varios integrantes en la familia, tengo que hacer mis deberes como universitaria, y los trabajos que me indican mis patrones; mis hijos con sus tareas escolares; contamos con una sola computadora y el internet no brinda la suficiente conectividad; el estrés y los conflictos se van acumulando; todos exigen guardar silencio, —y la calma— la vida familiar es un caos.”

 

No hay fuga, ni escape, ni nada que disminuya la tensión y la zozobra: Los recibos llegan uno tras otros, amontonándose, la despensa disminuye de forma increíble, y los maestros que, sin ton ni son, propician el hastío con tantas actividades escolares, como si en ellas se fuera el ciclo escolar. 

 

En otro orden de ideas: Beatriz Pagés aseguró en un tuitazo que el titular del Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador, ha degradado la figura de Jefe de Estado, ha convertido a México en una zona de desastre, ha aislado a México del mundo y perdonado a los delincuentes.

 

Lo que no puede apreciar la señora Pagés encerrada en su estudio y rodeada por el confort que le proporcionan los libros es que el Presidente de la Nación ha manifestado en más de una ocasión que no solicitará préstamos al FMI para endeudar más al país y rescatar a empresarios que cuentan con solvencia económica para hacer frente a sus obligaciones patronales y fiscales, tal como sucediera con el Fondo Bancario de Protección al Ahorro, FOBAPROA, como aquellos que pudiendo pagar sus créditos los transfirieron al FOBAPROA. 

 

Por lo pronto existe el AMLOPROA, primero los pobres. Por ello los grandes empresarios y favorecidos en sexenios anteriores pegan el grito al cielo, exigiendo al Presidente de la República acciones contundentes para atender los grandes rezagos nacionales, pero el dicho ya lo ha expresado de forma decisiva: el que por otros pide, por sí mismo aboga

 

Y si bien, en el informe trimestral, no ha echado las campanas al vuelo, ha manifestado que no habrá nuevos impuestos ni deuda, ni rescate de los ricos.

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