¿Cuándo se acabará el confinamiento?
Los investigadores no dudan de que habrá una segunda ola de contagios de COVID-19. Y manejan fechas tan cercanas como julio o agosto. Y avisan: puede ser peor, porque partimos de un número superior de infectados. Relajarnos puede ser fatal. Por Fernando Goitia
La pregunta no es sí sucederá; la pregunta es: cuándo sucederá. ¿Julio o agosto? ¿octubre, noviembre, diciembre…? Salimos poco a poco del confinamiento, pero el fantasma de una segunda ola ya sobrevuela Europa. Los científicos dan por sentado que llegará y que, además, podría ser peor que la que vivimos. Sí, vivimos, en presente, porque la desescalada que tanto anhelamos no es sinónimo de victoria contra el coronavirus.
«Desde el punto de vista técnico, no deberíamos relajar nada; lo hacemos porque social y económicamente la gente anhela cierto relajamiento, pero el virus está hoy mucho más presente entre nosotros que cuando se decretó el estado de alarma. Ahora, tenemos entre 10 y 15 veces más casos activos y personas asintomáticas que pueden contagiar. Y si nos despistamos y hacemos alguna maniobra desordenada, la segunda oleada puede ser peor, porque partimos de un número superior de infectados». La advertencia es seria. Viene de Margarita del Val, la inmunóloga y viróloga que coordina a 150 equipos reunidos por el CSIC en una gran plataforma interdisciplinar de investigación para hacer frente a la emergencia.
“En España aún tenemos cerca de 80.000 casos activos –subraya Del Val– y, si viene una segunda oleada, el incremento diario será sobre muchísimos más casos que al principio”
Para ilustrar la situación, la investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, compara nuestra situación con la de la ciudad de Wuhan, cuna de la pandemia, donde llegaron a reducirse los nuevos casos a cero. «Eso no va a ocurrir aquí –advierte–. En Wuhan lo consiguieron, con muchísimos menos casos que en España porque estuvieron dos meses y medio sometidos a un confinamiento como el que nosotros solo hicimos dos semanas. Pero aquí no aguantamos más; no se ha dejado de cuestionar cada medida que se ha tomado».
Los países occidentales están comenzando a desescalar con miles de infectados. «En España aún tenemos cerca de 80.000 casos activos –subraya Del Val– y, si viene una segunda oleada, el incremento diario será sobre muchísimos más casos que al principio. Ya vimos como, en cuestión de días, se saturaron los sistemas sanitarios y se dispararon las muertes en una situación mucho mejor que la actual».
Los científicos manejan para la nueva ola de contagios fechas tan cercanas como julio o agosto.
Los científicos manejan para la nueva ola fechas tan cercanas como julio o agosto. Desde la irrupción del virus se habla del calor y de su efecto mitigante en la propagación, ya que el patógeno no resiste la exposición a los rayos ultravioleta. Para la historia queda, sin ir más lejos, el vaticinio de Donald Trump de que el nuevo coronavirus desaparecería en abril con el calor o su sugerencia para inocular haces de luz a los contagiados, pero lo cierto es que el verano podría, más bien, favorecer los contagios.
«Tener a todo el mundo de vacaciones es una bomba de relojería. Ya ocurrió en 2009, con la gripe A, cuyo pico de propagación llegó en verano –recuerda la investigadora–. Para empezar, irse de fin de semana, o siquiera una semana, no es seguro. Menos aún enviar a los niños al pueblo con sus abuelos, como es tan frecuente en nuestro país. Lo ideal es que la gente se coja de una vez todo su mes de vacaciones. Y quienes viajen, deberían llevar comida suficiente para quedarse quince días de cuarentena encerrados para no propagar el virus allá donde vayan». Por no hablar de mantener la distancia en playas, chiringuitos y demás establecimientos estivales. «No podemos dar un solo paso en falso –insiste Del Val–, ni de forma individual ni colectiva, porque la marcha atrás nos va a salir más cara. Y parar la epidemia no es algo que pueda hacer solo el gobierno, cada individuo tiene una gran responsabilidad».
Son advertencias que pueden sonar drásticas, pero lo cierto es que en la historia abundan referencias que invitan a extremar la cautela. Ocurrió en la Grecia clásica, con la peste que azotó Atenas en el 430 a. C., y regresó a lo largo de los siguientes cuatro años; en la Europa del siglo XIV con la peste negra; en la del XVIII con la viruela o con la famosa gripe española de la primavera de 1918, que resurgió ese mismo año y de nuevo en 1919.
El actual plan de desescalada en España termina a finales de junio, pero, en un país donde el turismo es capital para la economía y el empleo, quizá convenga escuchar a alguien que, como Del Val, ha dedicado su vida al estudio de los virus. «Es comprensible que los pequeños empresarios pidan más flexibilidad para abrir sus negocios –argumenta–, pero es que, si abres tu restaurante y se te llena de gente, en tres días todos tus camareros estarán contagiados y de baja, en cuarentena; tendrás que cerrar de nuevo, desinfectar el local… Debemos ser muy cautos. No podemos hablar de fechas muy precisas, porque hay que dejar pasar un par de semanas para ver el efecto de cada pasito que vamos dando y decidir en base a las circunstancias. Y muy importante, los sanitarios no pueden volver a infectarse como se han estado infectando en España. Es prioritario invertir en dotar de condiciones idóneas al sistema sanitario».
Los rebrotes, de hecho, ya se están produciendo en países como Singapur o Hong Kong, alabados en su día por su eficacia en la contención temprana
Algo, en todo caso, hemos avanzado, ya que ahora todos conocemos bien las medidas de higiene y distanciamiento, si bien, advierte la viróloga, relajar el confinamiento puede producir falsas esperanzas. «Estamos consiguiendo contener al virus porque llevamos semanas viviendo en burbujas relativas, ya sea en nuestra casa o conviviendo unos pocos compañeros de trabajo, y ahora debemos tener un cuidado infinito. Las burbujas se pueden hacer un pelín más grandes, pero cuánto menos ampliemos esas relaciones, mejor». En este sentido, Del Val recomienda mantener el teletrabajo en todas aquellas empresas donde sea posible, ya que eso «reducirá la posibilidad de contagios de un modo brutal».
Los rebrotes, de hecho, ya se están produciendo en países como Singapur o Hong Kong, alabados en su día por su eficacia en la contención temprana. También en la provincia china de Hubei, donde está Wuhan, se han registrado algunos casos locales, del mismo modo que en Alemania, después de informar de transmisiones locales cercanas a cero en las últimas semanas. «A los dos días de relajar el confinamiento, Angela Merkel ha dicho que el número de reproducción R, el número de personas que pueden ser infectadas por otra está llegando muy peligrosamente a uno, y por encima de uno vuelves a la fase de epidemia», explica Del Val.
Son demostraciones de que la amenaza sigue ahí, al acecho, mientras ignoramos las tasas reales de infectados e inmunizados. Algo que en España pretende averiguar una encuesta que el Ministerio de Sanidad ha arrancado esta semana. De momento, los estudios, más o menos fiables, realizados hasta hoy revelarían que, incluso en lugares como Nueva York, la ciudad más afectada del planeta, el 80% de su población podría seguir siendo vulnerable al contagio. Un dato altísimo sabiendo que estamos a muchos meses, quizá más de un año de distancia, de la prometida vacuna salvadora. En países como Estados Unidos, de hecho, las autoridades sanitarias ya instan a prepararse para la posibilidad de enfrentar el próximo otoño epidemias coincidentes de gripe y coronavirus.
«No podemos dar un solo paso en falso –insiste Del Val–, ni de forma individual ni colectiva, porque la marcha atrás nos va a salir más cara.
China, mientras tanto, podría convertirse en el espejo donde se mira Occidente para aprender a salir de la pandemia. Para reducir las restricciones en el gigante asiático fueron clave los registros de seguimiento –cada individuo monitorea su temperatura diariamente y actualiza su estado de salud en una app monitorizada por un centro de control–, algo que en Occidente divide a la sociedad entre quienes defienden sus ventajas para el control de la pandemia y quienes advierten de los riesgos para nuestra privacidad. Del Val figura entre los primeros. «Con una app en el móvil podremos vivir más tranquilos. No hay color –afirma–. Para asegurar la economía debemos asegurar primero la salud, y con estas aplicaciones vamos a ganar mucho en seguridad».
Su uso es, de hecho, uno de los muchos dilemas que tenemos por delante, aunque, advierten los expertos, el partido para evitar o mitigar una segunda oleada y la vuelta a la actividad económica, ya lo estamos jugando hoy. Con cada decisión que tomamos. Cada uno de nosotros. Cada día.